Imité por muchos años lo que más me gustaba de las historietas que yo leía. Alguna vez un amigo de la preadolescencia me había regalado un libro al estilo "cómo aprender a dibujar manga" y fui viendo las herramientas que mejor se me daban. Algún tiempo fui un coleccionista de PDFs, e investigué algunas cosas para respaldar lo que solo me entretenía hacer como un recreo personal. Ahí comencé a hacer historietas, porque de por sí me gustaba contarle historias a las personas que me agradaban. Un mérito adicional fue aprender a hacer guiones, empecé fantaseando con diseñar obras dignas de cortometrajes de bajo presupuesto.
Como alguien con ese impulso y prefijado a la invención de historias, me hice de un universo y vomité lore a sus adentros como un monstruo lovecraftiano, y parí mi panteón de héroes y bestias, que se los entrego en forma de algo inicial y preferencial: Metalman Recargado.