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"Coloqué mí silla sobre el sitio mismo en que estaba escondido el cuerpo de la víctima. Los agentes estaban satisfechos: mi tranquilidad había disipado toda sospecha. Yo me encontraba completamente sereno. Sentáronse, pues, y hablaron familiarmente, alternando yo con igual familiaridad. Pero al cabo de un corto rato, conocí que me ponía pálido, y principié á desear que se fueran. Sentía mal en la cabeza y me parecía que me zumbaban los oidos; pero los agentes permanecían sentados y hablando. El zumbido principió á ser más perceptible, y poco después más perceptible y claro aun; yo animé entonces la conversacion y hablé cuanto pude para desembarazarme de aquella sensacion tan tenaz; mas el ruido continuó hasta ser tan claro y determinado, que conocí que no estaba en mis oidos." Edgar Allan Poe - El corazón delator (1871)